166#

Yo había jugado a menudo con imágenes del futuro y soñado con papeles
que me pudieran estar destinados, de poeta quizá, de profeta, de pintor
o de cualquier otra cosa. Aquellas imágenes no valían para nada.
Yo no estaba en el mundo para escribir, predicar o pintar;
ni yo ni nadie estaba para eso. Tales cosas sólo podían surgir marginalmente.
La misión verdadera de cada uno era llegar a sí mismo.
Se podía llegar a poeta o a loco, a profeta o a criminal;
eso no era asunto de uno: a fin de cuentas, carecía de toda importancia.
Lo que importaba era encontrar su propio destino,
no un destino cualquiera, y vivirlo por completo.
Todo lo demás eran medianías, un intento de evasión,
de buscar refugio en el ideal de la masa; era amoldarse;
era miedo ante la propia individualidad.
La nueva imagen surgió terrible y sagrada ante mis ojos,
presentida múltiples veces, quizá pronunciada ya otras tantas,
pero nunca vivida hasta ahora.

(Demian)

1 comentario:

Anónimo dijo...

Aun quedan vicios por perfeccionar en los dias raros...